Vivimos en una sociedad que utiliza una nueva droga, que es una forma de dominación con la cual no sólo no pensamos, ni nos damos cuenta del efecto que sobre nosotros produce, sino que la transmitimos a los de nuestro entorno más querido (nuestros hijos). Esta droga es: EL COMPRAR.
Estamos tan atacados por la publicidad, que hemos hecho el centro de nuestras vidas el ir de compras. Unas veces pues como dice la misma publicidad (si compras esto eres más inteligente, serás el mejor, serás la envidia de tus vecinos, etc.). Otras porque tengo que ser más que mi vecino y si él se compra algo yo me tengo que comprar algo mejor. Hacemos otras cosas por pura vanidad, así entramos en la competencia y somos capaces de hacer actos sociales muy por encima de nuestras posibilidades (bodas, bautizos, comuniones etc). Y a que nos lleva todo esto. Pues a trabajar todo el tiempo que nos permita el cuerpo, e incluso el que no nos lo permite con tal de poder pagar todas esas vanidades.
Con lo cual trabajamos no para vivir, sino simple y llanamente para gastar.
¿De que se vale el sistema para llevarnos como cordero y encima pensando que lo hacemos plenamente libre? Los mecanismos son dos:
- Una propaganda agresiva en todos los medios de comunicación, sobre todo en televisión donde la comida de coco es extraordinaria. Incluyendo en la misma, la propaganda del dinero fácil, etc.
- Y por otra parte las tarjetas de créditos, que nos permiten vivir por encima de nuestras posibilidades.
Resultado, vamos a tope comprando, pero como el sistema te ofrece más cosas que comprar, siempre tiene algo pendiente, y no llegas a final de mes. Esto crea un estado de insatisfacción permanente.
Confundimos eso con vivir, como si vivir fuera eso (trabajar cobrar y gastárselo en comprar lo último o lo penúltimo).
Y por si esto fuera poco ya se encargan los medios TV, de decirnos cuando tenemos que ir de viaje. Cuando va llegar un puente una fiesta, una semana antes ya empiezan a decirnos los millones de desplazamientos, al final si uno no sale parece como si fuera el más tonto de los más tontos. Pero seguimos pensando que somos libres.
Con todo lo anterior somos incapaces de: pasear bien en el campo o en la ciudad, admirar la naturaleza, leer un libro, escuchar música, sentarnos a jugar con nuestros hijos o simplemente leerles un cuento, participar en los colegios de nuestros hijos, para que su educación sea más completa y de más calidad, con lo cual evitaremos el fracaso escolar, etc.
Pero lo más grave es que en una familia que trabaja para comprar, cuando los chavales llegan a la adolescencia con ese modelo, difícil querrá estudiar, sino que le entra la urgencia de TRABAJAR PARA PODÉRSELO GASTAR. A partir de ahí el fracaso escolar y el abandono del estudio, por mucho que los mismos padres deseen lo contrario.
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